Hechizado por la magia de Whitman, desentrañada gracias a la gran Lana
del Rey, me pregunto cómo la nostalgia puede convertirse en un Peter Pan
embaucador, en un Alfanhuí inmortal o en un Pinocho que no quiere ser
de verdad.
Pero, esa nostalgia ¿es de un tiempo pasado mejor? ¿de
un recuerdo que emerge con un toque sensitivo cual madalena de Proust?
¿de un momento mágico? ¿o de un mal menor?
No sé del mundo mucho más
que un perro, una cigüeña o un pez frito. Sin embargo, a veces creo en
un Dios universal. Y su forma, como buen ente del imaginario, es la de
un niño pequeño.
"¿Qué soy, después de todo, más que un niño
complacido con el sonido de mi propio nombre?" Lo que soy después de
todo (W. Whitman)
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