Silencio… El aire sopla… Se cuela… Por la ventana… Suspiros…
Y toca el despertador que detonando una desternillante melodía te saca del profundo sueño que te embriagaba, que te envolvía para llevarte a la vida del mundo, y te cepillas, te aseas, te peinas y te vistes mientras un ruidito sordo te indica que tienes que comer y comes para hacer hueco en tus entrañas, pues tienes que irte rápidamente, la vida te espera en un frenesí, que no para que se contagia, vuelan las horas, estudias o trabajas en un colapso de tiempo fugaz que se eterniza por momentos que se hace corto y que queda muy largo, demasiado largo para todos, para él, para mí, para ti.
Las dos… Hora de comer… Es una alivio… Y vuelta a empezar con la rutina de la tarde, un breve lapso que te endulza por instantes pero que te endurece el ánimo porque enraiza con la pasión de ese trabajo que en la tarde aún rezuma más sabor de aburrimiento, constantes, vibrantes, movidos, absurdos movimientos que te hacen continuar en el frenesí de la vida, que no para, que sigue, que continúa y de pronto… De pronto… Un beso… Al calor del atardecer.
Y toca el despertador que detonando una desternillante melodía te saca del profundo sueño que te embriagaba, que te envolvía para llevarte a la vida del mundo, y te cepillas, te aseas, te peinas y te vistes mientras un ruidito sordo te indica que tienes que comer y comes para hacer hueco en tus entrañas, pues tienes que irte rápidamente, la vida te espera en un frenesí, que no para que se contagia, vuelan las horas, estudias o trabajas en un colapso de tiempo fugaz que se eterniza por momentos que se hace corto y que queda muy largo, demasiado largo para todos, para él, para mí, para ti.
Las dos… Hora de comer… Es una alivio… Y vuelta a empezar con la rutina de la tarde, un breve lapso que te endulza por instantes pero que te endurece el ánimo porque enraiza con la pasión de ese trabajo que en la tarde aún rezuma más sabor de aburrimiento, constantes, vibrantes, movidos, absurdos movimientos que te hacen continuar en el frenesí de la vida, que no para, que sigue, que continúa y de pronto… De pronto… Un beso… Al calor del atardecer.
Y corren ríos de sangre por mis venas que enfurecen el ánimo y lo salvaje me invade en un ansiado frenesí. De locura, de tormenta, de furia desmedida, de pasiones y de logros y de suspiros a la brisa. Alientos unidos en un solo gemido que resisten la torpeza de un torpe
combate en frenesí austero de completa autonomía de dos cuerpos que se
afanan por conquistar al otro en una batalla de calor
ardiente y de fuego pasional en una tarde de sabores salados que
recorren la cara y el cuerpo y lo empañan de furor y lo calman al unísono
con el aliento en boca… Y se calma… Viene la calma… Cierras los ojos… Y
te entumeces… Te sumerges… En el instante… En este instante…
Empieza de nuevo el giro de la pasión, en embriagadas embestidas que dan sentido a este corazón. Late, lates, late, lates. Gimes y suspiras; gimo y suspiro, una y otra vez, otra vez y... Otra vez... Siempre, otra vez... Cuando...
Los latidos frenan…
Frena el tiempo…
Suave…
Lento…
Bostezas…
Los latidos frenan…
Frena el tiempo…
Suave…
Lento…
Bostezas…
Oyes… Callas…
Cierras los ojos…
Hasta el día… siguiente…
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